Buenas noches mis queridos psicocineros,
Hoy vengo para confesarme, Ave María Purísima, de que me he equivocado pero bien con mi hijo. Como
la mayoría sabréis mi hijo Alejandro tiene 2 años y él en sí mismo no podría
ser más especial. Es una personita con luz y energía, me mira y me toca como si
fuera emocionalmente superdotado y supiese por lo que estoy pasando o mejor dicho
por lo que estamos pasando. Siempre le digo a mi marido que tenemos que
cuidarlo mucho porque de verdad yo creo que es un angelito que Dios me ha
mandado para que me cuide, es realmente único, el que lo conozca lo sabe y el
que no pues intento llevártelo un ratito a casa a través de mis palabras.
Hoy he pecado como madre, como ejemplo y como persona ante
él y merezco un castigo, ya lo estoy teniendo porque no consigo dormirme
pensando en mi pobre niño sin poder expresarse. Y todo por un puñetero plato de macarrones.
Hablamos de tíos, tías y abuelos sobre todo, para mí gente
que se estaba metiendo demasiado y que tenían que ayudarme, pero a mí manera. La
situación de hoy ha sido fácil y sencilla. Llega la hora de la cena, le pongo a
mi hijo un plato de pasta, no la quiere porque no tienen salsa de tomate,
inmediatamente me dicen todos “Miriam no la quiere porque no lleva tomate”,
cosa que yo sé pero me ofusco porque pienso que el niño tendría que tener una alimentación
más variada y menos limitada, para mí eso es ley. Todos vuelven a decirme que
no me pelee con el niño, que tiene dos años, y que le ponga tomate. La abuela
se quita de en medio cada vez que es un tema relacionado con la comida y yo,
por no pelearme con los tíos, al final como siempre termino cediendo, pero sigo
súper enfadada, cada vez haciendo una bola más grande. El niño ya nervioso y
todo no come nada del plato, se come una natilla y se queda muerto de hambre
llorando y de mal humor. Todos me dicen que le dé algo más pero yo digo no,
tiene que aprender, que se coma los macarrones. Fin de la historia. Así es como
yo lo veo.
Sin embargo, queridos psicocineros esta noche por primera
vez la vida me ha dado una bofetada de flexibilidad muy derecha a mi corazón. Aunque
lo haya dicho éste no ha sido el fin de la historia. Después de la “no cena”
Alejandro seguía mal y se ha ido solito para el cuarto como para dormir, la
abuela y la tía han ido con él y cuando le han quitado el pañal no podía ni
abrir las piernas de dolor, quizás un pliegue del pañal o quizás mi manía de
ponerle ropa moderna y el pantalón le hacía daño. Lo que sea pero mi niño no se
quejaba por la cena, se quejaba por el dolor y su dolor a mí me ha herido el
alma. No por lo que tenía porque mañana estará bien, sino porque me ha hecho
chocarme de cara con la realidad de mi vida.
Soy Miriam, tengo 32 años, soy mujer, mamá, enferma de cáncer
(cada vez menos) y con limitaciones (cada vez más). También soy hija y sobrina
y paso todo el día peleando con mi hijo, con mi madre y con mis tíos. Peleando porque
no me gusta necesitar la ayuda que necesito a diario, creyendo que la necesito
por la enfermedad cuando en realidad a todo el mundo le viene bien la ayuda y
luchando por ser todos los días una madre perfecta con un hijo perfecto y una
madre perfecta y unos tíos perfectos y por qué no, un marido perfecto. Pero la
vida no es perfecta, por llamarla lo más bonito que se me ocurre la vida es
FLEXIBLE, cambiante, improvisada, no ensayamos nada, no tenemos experiencia en
nada nadie, porque cada día es distinto, cada persona con la que te cruzas es
distinta y aquí por suerte o por desgracia no hay guion que valga.
Hoy por primera vez y por escrito quiero empezar haciendo
examen de conciencia. Pido perdón la primera a mi madre por ser tan pesada y no
darle ni una tregua ni un día de mi vida, con cáncer o sin él, siempre he sido
su juez y su carcelera y eso no es justo. El siguiente eres tú hijo, perdón por
querer tener un hijo perfecto cuando ya lo eres. Después vosotros mis tíos
Manolo y Mercedes porque sois más que eso y yo discuto demasiado con vosotros,
sobre todo contigo Mercedes que a veces nos entendemos bien y a veces nos
enzarzamos las dos en callejones sin salida. A mi marido igual, tienes mil
fallos, yo también, tienes mil virtudes, yo también, somos muy parecidos. Intentemos
vivir sin guión, sólo sé que te echo de menos. Por último a todas las personas
de mi vida por ser tan inflexible y tan poco humilde muchas veces, hoy he
escuchado una frase preciosa y os la dejo “Yo no quiero llegar a ninguna parte,
sólo quiero poder caminar por la vida cada día”.
Tras pedir perdón quiero dar las gracias, sin todos los de
arriba mi vida no sería posible. Gracias mamá, porque cuando te tocaba ser
abuela y disfrutar estás volviendo a ser madre y no de una sino de dos. Alejandro
te quiere con locura y así venga el Papa a decirlo no te voy a apartar de
nuestra vida en la vida. Menos mal que nos queda mucho tiempo por delante para
seguir entendiéndonos.
Hoy la vida me ha dado mi lección y tras el castigo expío mi
culpa. Estamos en la vida para aprender, pero si seguimos con lo dicho antes
eso es una incoherencia porque ¿cómo vamos aprender a hacer algo que se
presenta nuevo cada día? Si en la vida no hay nada establecido ¿de qué podemos
ser alumnos? Queridos psicocineros en la vida se pueden aprender muchas cosas
pero no ella misma, la vida hay que vivirla, hay que amarla, hay que sentirla. Y
ya habrá tiempo para comer macarrones, es verdad hijo, a mí lo único que me
preocupa en el fondo de mi alma, es que seas feliz.
Buenas noches psicocineros, me voy a dormir con la
conciencia tranquila.