domingo, 16 de octubre de 2016

La Carta

Hola hola psicocineros de mi alma,

Hoy domingo han venido a pasar el día conmigo mis amigas María e Inma con el novio de Inma, Jesús. He pasado un día buenísimo, el viernes me pusieron una transfusión de sangre entonces durante unos días me siento como Superwoman, con apetito, sin cansancios extremos ni mareos, vamos genial para estos últimos diítas que llevaba. Hemos ido a comer a un restaurante italiano en el paseo marítimo, a la salida hemos cruzado y nos hemos ido un rato a la playa y después a mi cafetería preferida a tomarnos unos zumos y batidos acompañados de una porción de tarta de zanahoria exquisita.


A la vuelta de tan provechoso paseo nos hemos ido a casa de mi madre un rato y para terminar el día hemos estado buscando en el baúl de los recuerdos, nunca mejor dicho. He sacado de mi habitación una caja con recuerdos de mi época en el colegio en secundaria, hemos encontrado desde un álbum de fotos de todas de pequeñas hasta una libreta con dedicatorias de cuando teníamos 13 o 14 años.
Además de todos los recuerdos graciosos que han aparecido en la caja he encontrado algo que me ha llamado muchísimo la atención y que yo ni siquiera me acordaba de su existencia, una carta escrita por mí a mí misma con aproximadamente esa edad, 13 o 14 años. Me ha llamado tanto la atención que os la transcribo y ahora os cuento porqué.


<< Hola Yo!:
Como sabrás muy bien, no soy una persona convencional porque la mejor manera que tengo de desahogarme es escribiéndome a mí misma.

Lo que me pregunto siempre es el porqué de estas cosas tan raras, pero es que para mí son la mejor terapia.

Ves, hoy por ejemplo me siento bien, feliz y llena de alegría. ¿Qué cual es el motivo? Muy fácil. Me levanté contenta, en el colegio intenté no aburrirme, en casa hice todo lo posible por no enfadarme y ahora me acuesto escribiendo. ¿Qué te parece? Por mi parte todo perfecto y conseguido.

Eso es hoy, pero hay otros días tristes (los menos), en los que no sé qué hacer, todo me sale y parece mal… vamos, un desastre. Llevo un tiempo pensando una cosa: Cada vez que esté triste pongo una sonrisa, cuando no sepa qué hacer me levanto y con otra sonrisa, hago lo que se me ocurra, cuando algo me salga mal con otra sonrisa lo empiezo de nuevo y cuando alguna cosa me parezca mal pues, otra sonrisa y a ceder. Así que te preguntaras, ¿para qué tanta sonrisa? Piensa…, vamos…, sé que puedes… ¿qué? Más fuerte por favor que no te oigo. ¡Ah! Sí, para eso, para que otra vez podamos llegar a los días felices como hoy y así, día feliz tras día feliz construir una vida de felicidad pensando sólo en las sonrisas que dimos, en las que damos y en las que aún nos quedan por dar.

P.D.: Ah! Gracias, porque gracias a ti ahora tu amiga se siente mejor.

Tú misma. >>


Esta es la carta que me autoescribí hace 18 años, la he leído por primera vez frente a mis amigas y me ha parecido muy bonita y con un gran positivismo, sin embargo ahora que la releo lo que estoy pensando es ¿en qué momento perdí esa capacidad? La capacidad de ser feliz porque sí, sonriendo día tras día; la capacidad de hablarme a mí misma, cuántos años he pasado sin escribir hasta que empecé este blog, ¿Cuándo me perdí? ¿Cuándo dejé de ser no convencional y de saberlo? ¿En qué momento decidí empezar a formar parte del resto?

La respuestas a todas estas preguntas es la misma: No lo sé.

Sin embargo aquí estoy, escribiendo antes de dormir como a mí me gusta. Volviendo a no ser convencional y volviendo a sonreírle a la vida en todo momento; porque pase lo que pase, tristeza, pobreza, cáncer… nadie me va a quitar mi sonrisa ni mi gusto por la vida. Con 14 años sólo me importaba ser feliz, sonreír, no aburrirme o ser capaz de ceder cuando algo me parecía mal. Ahora con 32 tengo que leer la carta que mi niña me dejó a mí misma, mi niña, mi carta, mi esencia y sonreír y ser feliz, día tras día, como ella quería, como yo quería, como yo quiero.

Gracias mi niña por no ser convencional y darme en el día de hoy este regalo tan maravilloso en forma de carta, en parte gracias a ti hoy también me siento bien, feliz y llena de alegría. Espero que dentro de 18 años esta niña y esta carta sigan presente y yo me sienta igual.

Mi niña, la mujer en la que te has convertido quiere decirte algo, sigues siendo especial, sigues escribiendo, tu sonrisa cada día es más grande y tus ojos cada vez tienen más brillo. La mujer en la que te has convertido tiene problemas pero ante todo, nunca pierde su sonrisa.


 Todo esto me lo digo esta noche a mí misma porque estoy orgullosa de ser yo. A ustedes qué os dejó vuestro niño, nunca lo olvidéis porque ellos, nuestros niños, son sabios, saben todo de nosotros y no nos juzgan.

Yo ya os dejo con mi mejor sonrisa hasta la próxima, para que sigáis psicocinando muchas ideas.

Un beso muy fuerte, 

Yo misma.